Aunque este año todavía es una incógnita cómo se va a llevar el inicio del próximo curso, os dejo unos consejos para que tanto los peques como los adultos lo afrontemos de la mejor manera posible y, como siempre, la más respetuosa.
Empezar a ir al colegio es un reto para los niños, sobre todo para los que anteriormente no han asistido a la escuela infantil. Los pequeños nos lo hacen saber mostrando sus signos de incomodidad (llantos, retrocesos, comportamiento diferente en casa…) y a los adultos se nos hace un mundo poder gestionar este cambio y todo el torbellino de sentimientos encontrados que nos abordan.
Los niños que van a empezar el colegio, tienen 3 años, algunos todavía ni los han cumplido, y tienen un apego importante con sus adultos de referencia, es decir, con aquellos que se han encargado de su cuidado. Por lo tanto, y como nos pasaría a cualquiera, al encontrarse en un ambiente extraño, con unos adultos extraños les provoca una incomodidad y unos sentimientos que expresan de distintas maneras. Sea su expresión de la manera que sea, debemos permitirles que muestren sus sentimientos, que puedan llorar, enfadarse… y sobre todo, lo más importante es que estemos y nos sientan a su lado y que les pongamos nombre a sus emociones sin bloquearlas ni hacerlas negativas.
Esto es bastante fácil si nos ponemos en el lugar del niño. A los adultos nos cuesta mucho enfrentarnos a situaciones nuevas pese a nuestra experiencia y todo lo que nos haga salir de nuestra zona de confort nos provoca una serie de sentimientos y sensaciones. Siempre nos mostramos tensos ante situaciones y personas desconocidas.
Si esta sensación la trasladamos a un niño de 3 años, que aún no es capaz de gestionar sus sentimientos, expresarlos ni ponerles nombre, que no tiene experiencias previas, y que se encuentra en pleno desarrollo del aprendizaje de sí mismo, nos encontramos con una personita que va a necesitar tiempo para aceptar y acomodarse a la nueva situación y sobre todo, va a necesitar que los adultos lo acompañemos desde la comprensión y el amor.
Como ya he comentado, el niño necesita su tiempo. Pero además, su adaptación a la nueva situación no depende exclusivamente de él. Nuestro papel como padres es esencial.
Está en la naturaleza del ser humano aprender por imitación. Existen en nuestro cerebro unas neuronas espejo y estas hacen que podamos aprender a través del contagio de las emociones. Es por eso que podemos emocionarnos cuando vemos a una persona llorar.
Es por ello por lo que nuestra actitud hacia el nuevo cambio debe ser positiva, desde el cariño y la confianza, para que en ellos también se reflejen esas actitudes y sentimientos. Si nosotros transmitimos calma, ellos se sentirán en calma y todo será más fácil.
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