Entrada destacada

Presentación

Mi nombre es Amor Belmonte, mamá de mis dos amores y madre de día de "La Chimenea de los Cuentos" y, además soy una enamorada d...

miércoles, 27 de mayo de 2020

Acompañar una rabieta



Todos conocemos las temidas rabietas, esos desbordamientos emocionales que suelen aparecer alrededor de los dos años (a veces antes) y que pueden durar durante varios años más.
El objetivo de acompañar una rabieta no es que se pase porque de todas formas va a pasar. Tampoco es hacerla lo más corta posible ya que de esta forma no estaríamos teniendo en cuenta los sentimientos y las emociones del niño y, por lo tanto, las estaríamos negando. De lo que se trata es de hacer algo para acompañar esa rabieta y ayudar al niño a que gestione sus emociones.
Esto es lo difícil para nosotros como adultos. Ante una rabieta, nos podemos encontrar como adultos con sentimientos encontrados. Por un lado, no queremos que nuestro hijo sufra pero además si la rabieta se produce en la calle suele provocarnos vergüenza, rabia, impotencia y sensación de que se nos cuestiona como padres aunque, generalmente un alto índice de rabietas aparecen después de poner un límite o de decir un “no”. Otras muchas veces aparecen por la frustración de no haber conseguido algo que esperaban o deseaban y algunas otras, ni siquiera sabemos vemos qué la ha provocado e incluso, si no hemos establecido anteriormente una buena relación honesta y de confianza, pueden aparecer como chantaje.
Las rabietas van a formar parte de su expresión de frustración cuando aún no son capaces de gestionar y verbalizar sus emociones y cuando se sienten desbordados y para ello es necesario que tengamos con nuestros hijos una relación de confianza, lejos de los castigos, chantajes o humillaciones de ninguna de las partes.

Entonces… ¿cómo actúo? La respuesta es fácil si piensas en esto:
¿Cómo actuarías si a tu lado hay un adulto pasándolo mal? ¿Le dirías que se callara, que no llorara, le gritarías o te enfadarías con él? Está claro que no. Cuando un adulto pasa por un mal momento tendemos a acompañarle y ayudarle haciéndole saber que le entendemos y que estamos así. Pues es lo mismo que se debe hacer con un niño porque en realidad el pequeño lo está pasando mal. Además, cuando gritamos a un niño, su sistema límbico (el que nos indica que huyamos) se activa y esto hace que no nos escuche. Su organismo se asusta y no es capaz de procesar la información.
Como entenderás, esto no quiere decir que hagamos o le demos siempre lo que nos pide pero en muchas ocasiones tenemos que pensar si nuestra exigencia o nuestra respuesta podría haber sido más flexible y, aprender de ello para la próxima.
¿Qué hacemos entonces ante esa temida rabieta?
Quedarnos cerca y decirle que estamos ahí para lo que nos necesite tranquilos, atentos y comprensivos, aunque en ese momento es posible que incluso no nos oiga, pero nos siente ahí. También podemos quitar de en medio cualquier cosa con la que se pueda hacer daño en este momento de explosión y lo único que nos queda es esperar… esperar a que ese torbellino de emociones pase y vuelva a la calma.
Cuando esto ocurra, podemos decirle que entendemos lo que ha pasado (entendemos su dolos, su frustración…) y entonces, solamente si al pequeño le apetece (que suele ser que sí) consolarlo con un beso, con la lactancia materna si aún toma o con un largo abrazo en silencio para que nos sienta ahí…sin hablar de moral, sin recriminar su actitud.
Las rabietas no son malas, son parte del aprendizaje de nosotros mismos, de cómo gestionar nuestras emociones, nuestra relación con el mundo, nuestra frustración y nuestro dolor.
Por eso la intención no es evitarlas ni reprimirlas, ya que esto solamente hará que las emociones negativas se acumulen dentro, sino acompañarlas para demostrarles nuestra comprensión, para acogerles y hacerles comprender que tienen en nosotros el refugio que necesitan y crear así una relación de confianza y un lugar seguro donde puedan expresarse.
Las rabietas pasarán, pero nuestra relación con nuestros hijos es para toda la vida.
Amor Belmonte Céspedes.

jueves, 21 de mayo de 2020

Retirada del chupete

¿Cómo le retiro el chupete de manera respetuosa?

Llega un momento en el que, inevitablemente y por varios motivos, debemos ayudar a nuestros hijos a que dejen el chupete.

No se puede juzgar la decisión de unos padres en cuanto a darle o no el chupete. La teoría dice que el bebé puede calmarse con nuestro calor corporal, el contacto físico, que debemos permitirle llorar en nuestros brazos y darle nuestro apoyo y que si nos sentimos seguros como padres y confiamos en nosotros mismos este contacto calmará al bebé y no necesitará el chupete pero… ¿quién está tranquilo y relajado ante el llanto de su bebé recién nacido? Como humanos que somos atendemos a nuestro bebé de la mejor manera que sabemos en ese momento y elegimos el chupete para calmar ese llanto.

Por otro lado, es un hecho que el reflejo de succión está presente en los bebés y que además de para alimentarse, les ayuda a calmarse y relajarse. Pero es importante el día que decidamos retirarlo tener claro que el niño/a no eligió ponerse el chupete, que fuimos nosotros los que se lo compramos y se lo dimos y, por lo tanto, no podemos acusar al niño ni recriminarle que esté enganchado a él.


Chupetes Fusion Prêt-à-porter 2-4 meses Tetina Anatómica Látex, 2 ...


Consejos para la retirada:

·    Contarle al pequeño/a con bastante antelación lo que va a pasar. Cuando digo bastante antelación no me refiero al día antes sino a un mes antes…jajaja. Durante ese mes, cuando encuentres el momento, háblale de que pronto llegará el momento de decirle adiós al chupete y no utilizarlo más. Dependiendo de la edad, puedes pedirle que te de ideas sobre qué hacer con el chupete.

·   Llegado el momento, utiliza una de sus ideas para decirle adiós al chupete. Puede ser cambiarlo por algo que le guste mucho e ir a comprarlo juntos. Preguntaremos entonces al niño/a qué quiere hacer con el chupete e incluso podemos ofrecerle la idea de darle el chupete al depentiente/a de la tienda como “método de pago”.  Previamente a esto, tendrás que haber ido retirando todos los chupetes de la casa hasta dejarle solamente uno, con el que va a pagar el juguete que elija. Si el niño/a ha dado otra idea, siempre respetaremos y cumpliremos con ella.

·   Esa noche tendrá su juguete/objeto que haya elegido y, cuando llegue la hora de dormir hablaremos con él/ella y le recordaremos que ya no tenemos el chupete.

·    Una vez tomada la decisión es importante no volver atrás. Bastante duro es pasarlo una vez como para tener que hacerlo varias veces. Muchas veces es incluso más difícil para nosotros porque este paso nos dice que nuestro bebé está dejando de serlo.

·  Cuando vuelva a pedir el chupete, le recordaremos lo que ha pasado con él y que a cambio, tiene su peluche, muñeco o lo que haya elegido.

·   Nunca utilizaremos un tono amenazador, acusador ni burlón. Recordamos, una vez más, que él/ella no eligió ponerse el chupete.

·   Siempre le mostraremos nuestro apoyo y le haremos ver que entendemos cómo se siente. Le ayudaremos a expresar sus sentimientos. Debemos mantener la calma en los peores momentos que, en general, suelen ocurrir de noche.

Como suele ocurrir en todas las etapas de la educación, la mejor manera de afrontar los cambios es siempre desde el respeto, la comprensión y el amor.


Amor Belmonte Céspedes.



martes, 19 de mayo de 2020

Mamá, estoy triste



¿Está bien sentirse triste?...

La respuesta es sí, claro que está bien. La tristeza es una emoción y todo el mundo se siente triste en algún momento. Esta afirmación nos suele extrañar porque no es lo que siempre nos han enseñado. No es cuestión de vivir amargado y triste, obviamente, sino de permitirse estarlo, de aceptarlo sin rechazarlo ni luchar contra ella.

Estamos acostumbrados a escuchar ante la tristeza cosas como “no me gusta verte así” “no pienses más en eso” “no es para ponerse así” e incluso “llorar no te va a servir de nada”… las escuchamos de adultos y, aún más dirigidas a los niños/as… Se dicen con las mejores de las intenciones pero frases como estas solamente sirven para negar la emoción y lo que consiguen es la sensación de que sentirla es inadecuado.


                                                  Página 91 | libre de regalías depresiones fotos descarga gratuita ...

Entonces…. ¿qué debemos hacer?

La respuesta es clave, sacarle el mayor partido a la tristeza, convirtiéndola en un medio para recuperarte y reflexionar.

Ante la tristeza nos encontramos con la energía por los suelos y no nos apetece hacer nada. Es entonces cuando tenemos varias opciones:

  • Negar el sentimiento y hacer como si nada. Esto tiene consecuencias en nuestra forma de mirar la vida.
  • Dejarnos arrastrar por la tristeza y alimentarla con pensamientos negativos.
  • Aceptar que estamos tristes y acoger la tristeza como lo que es, una emoción que forma parte de nosotros.
¿Cuál escogerías? Yo lo tengo claro…sin duda la tercera opción. 

Cómo aceptar y acoger la tristeza:

  • Lo primero para aceptarla es llamarla por su nombre y ser capaz de decir en voz alta“Estoy triste”
  • Aceptamos la tristeza cuando entendemos que es una emoción universal y que no es malo sentirla. “Estoy triste y está bien”
  • La acogemos como medio para ayudarnos a reflexionar sobre cómo nos sentimos y poder así recuperarnos ya que cuando estamos tristes nuestro cuerpo nos pide tiempo para descansar, para estar con uno mismo y sanar así las heridas.
  • Llorar es bueno y ayuda a afrontar la tristeza y a descargar la pena.
  • En la mayoría de ocasiones, nos ayuda a reflexionar sobre qué podemos mejorar en nuestra vida y los cambios que ésta necesita.
¿Y si es nuestro hijo el que se siente triste?

Para ayudarle en la expresión de su emoción, debemos acompañarle desde el respeto y el amor. Aquí te dejo algunos consejos sobre qué hacer y qué no:

  • Escúchale siempre con atención y comprensión.
  • No le juzgues, le critiques ni le restes importancia a su problema. Hazle ver que lo entiendes y que entiendes cómo se siente.
  • Empatiza con él/ella y ponte en su lugar. Hazle saber que en su lugar posiblemente te sentirías así.
  • No intentes solucionarle su problema. Apóyale, pero la solución debe de venir de él/ella. Puedes ayudar haciéndole preguntas que le lleven a descubrir cómo se siente y a buscar sus propias soluciones.
  • Ponle nombre a su emoción. Explícale qué es la tristeza y cómo nos hace sentir. Puedes leerle algún cuento sobre la tristeza para ayudarte.
  • No le metas prisa en que se sienta mejor. Tener paciencia es necesario para que pueda encontrarse mejor.
Y sobre todo, mantente a su lado dispuesto/a a escucharle, consolarle, besarle y abrazarle siempre que le apetezca. Acompáñale desde el respeto y el amor.


Amor Belmonte Céspedes.

Al cole de mayores

Aunque este año todavía es una incógnita cómo se va a llevar el inicio del próximo curso, os dejo unos consejos para que tanto los peques como los adultos lo afrontemos de la mejor manera posible y, como siempre, la más respetuosa.

Empezar a ir al colegio es un reto para los niños, sobre todo para los que anteriormente no han asistido a la escuela infantil. Los pequeños nos lo hacen saber mostrando sus signos de incomodidad (llantos, retrocesos, comportamiento diferente en casa…) y a los adultos se nos hace un mundo poder gestionar este cambio y todo el torbellino de sentimientos encontrados que nos abordan.

Los niños que van a empezar el colegio, tienen 3 años, algunos todavía ni los han cumplido, y tienen un apego importante con sus adultos de referencia, es decir, con aquellos que se han encargado de su cuidado. Por lo tanto, y como nos pasaría a cualquiera, al encontrarse en un ambiente extraño, con unos adultos extraños les provoca una incomodidad y unos sentimientos que expresan de distintas maneras. Sea su expresión de la manera que sea, debemos permitirles que muestren sus sentimientos, que puedan llorar, enfadarse… y sobre todo, lo más importante es que estemos y nos sientan a su lado y que les pongamos nombre a sus emociones sin bloquearlas ni hacerlas negativas.

Esto es bastante fácil si nos ponemos en el lugar del niño. A los adultos nos cuesta mucho enfrentarnos a situaciones nuevas pese a nuestra experiencia y todo lo que nos haga salir de nuestra zona de confort nos provoca una serie de sentimientos y sensaciones. Siempre nos mostramos tensos ante situaciones y personas desconocidas.
Si esta sensación la trasladamos a un niño de 3 años, que aún no es capaz de gestionar sus sentimientos, expresarlos ni ponerles nombre, que no tiene experiencias previas, y que se encuentra en pleno desarrollo del aprendizaje de sí mismo, nos encontramos con una personita que va a necesitar tiempo para aceptar y acomodarse a la nueva situación y sobre todo, va a necesitar que los adultos lo acompañemos desde la comprensión y el amor.


No hay ninguna descripción de la foto disponible.




Entonces ¿cómo nos preparamos para el inicio del curso?

Como ya he comentado, el niño necesita su tiempo. Pero además, su adaptación a la nueva situación no depende exclusivamente de él. Nuestro papel como padres es esencial.

Está en la naturaleza del ser humano aprender por imitación. Existen en nuestro cerebro unas neuronas espejo y estas hacen que podamos aprender a través del contagio de las emociones. Es por eso que podemos emocionarnos cuando vemos a una persona llorar.

Es por ello por lo que nuestra actitud hacia el nuevo cambio debe ser positiva, desde el cariño y la confianza, para que en ellos también se reflejen esas actitudes y sentimientos. Si nosotros transmitimos calma, ellos se sentirán en calma y todo será más fácil.