Educar conscientemente y desde el respeto
es, en algunas ocasiones una lucha contracorriente.
El mundo de la crianza, afortunadamente,
está cambiando rápidamente y cada vez son más familias las que se informan
sobre cómo criar a sus hijos de una forma respetuosa, lo que supone una
excelente noticia para los niños de hoy y para la sociedad del mañana. Sin
embargo, todavía hay mucho trabajo que hacer.
Sobre todo, cuando te encuentras en un grupo
donde las frases como “siempre se ha hecho así” abanderan sus razones. Por otro
lado, es bastante común escuchar razones y explicaciones sobre cómo es la mejor
manera de educar proveniente de personas que no tienen hijos. Ayer me encontré
en esta situación ante un grupo de personas. En ese grupo se encontraban mis
padres que, sin saberlo han practicado una educación bastante respetuosa con
mis hermanos y conmigo guiándose únicamente por el instinto.
El mundo de la maternidad/paternidad es
muy fácil de juzgar y siempre encuentras quién lo haría de otra forma (según
ellos mejor) y quién opina sobre tu forma de educar, sea esta cual sea.
Conforme nuestros hijos van creciendo ellos y, en consecuencia, nosotros
estamos cada vez en contacto con más gente. En este contacto vemos que todos seguimos
expuestos a lo que se considera "la cultura dominante de crianza", la
de toda la vida, aquella que se basa en métodos poco respetuosos donde los
padres y madres deben dominar y controlar a sus hijos como una única forma de
educación posible.
También es cierto que, hay un grupo de
personas (y familias que lo llevan a cabo) que confunden la educación
respetuosa con dejar que el niño haga siempre lo que quiera, sin normas, sin
límites, sin respetar lo que tenga al lado, solo guiándose por sus deseos…y
esto es algo que juega en contra de la educación respetuosa ya que son muchas
las personas que no saben dónde se encuentra el límite.
Son muchas las situaciones en las que, los
que apostamos por una educación respetuosa como base para una sociedad
respetuosa en el futuro, optamos por callarnos para no enfrentarnos a las
opiniones de la cultura de crianza dominante.
Si eres de los que no quieres callarte más
aquí te dejo las críticas que suelo escuchar contra la crianza respetuosa y
cómo rebatirlas:
“Hay que tener un poco de mano dura con
los niños, siempre nos han pegado nuestros padres cuando hemos hecho algo mal y
así aprendimos a respetar”
Lo primero que
tenemos que tener en cuenta es que, actualmente, los niños están más “fuera de
control” que antes. Esto es así porque los niños de antes pasaban horas y horas
jugando fuera y no delante de una pantalla, lo que les hacía quemar toda esa
energía acumulada y poder inventar cosas que hacer fuera de casa.
Por otro lado, si te paras a pensar, en
totalmente contradictorio afirmar que “la mano dura” y la agresividad contra un
niño le enseñará a respetar. La evidencia científica apunta a que el uso de la
agresión solo trae resultados negativos para la salud mental y el futuro de los
niños.
Además, si los niños del pasado fueron
criados con “mano dura” para inculcarles respeto ¿no deberíamos encontrarnos en
una sociedad llena de gente increíblemente respetuosa? Cosa que, por desgracia
no ocurre.
De sobra es sabido que los niños aprenden
por imitación. Entonces, es lógico pensar que si lo que queremos es que
nuestros hijos respeten a los demás, debemos empezar por respetarlos a ellos.
“Mis padres me pegaron y yo estoy bien”
Ante esta afirmación solamente tengo una
respuesta. Alguien que ha normalizado la violencia física hacia un niño
indefenso cuyo cerebro no se ha desarrollado por completo “no está bien”.
Es muy fácil. Si no podemos legal o
éticamente pegarle a nuestra pareja, nuestros empleados, nuestro jefe o a
nuestros padres y amigos, entonces no deberíamos ser capaz de pegarles a
nuestros hijos indefensos. No tenemos “derecho” a hacerlo porque sean nuestros
hijos. No son de nuestra propiedad, son personas independientes a nosotros y
ellos sí que tienen derecho a no ser golpeados.
"Los niños necesitan ser castigados,
para saber que hay consecuencias negativas por sus malos comportamientos.”.
A esta afirmación cabe destacar que los
castigos sancionan, las consecuencias educan.
Son muchos los padres que a día de hoy piensan que el castigo
es lo que realmente educa a los hijos porque les enseña disciplina. Pero el castigo
no educa, solo sanciona y “enseña” al niño a través del miedo. Además, en la
mayoría de ocasiones, el niño (si es muy pequeño) si ni siquiera entiende por
qué está castigado.
Al hilo de
esto hay una imagen que circula por internet que me parece bastante
esclarecedora.
En cambio,
las consecuencias sí que funcionan porque permiten al niño tener el control de lo que va a
suceder y además, se les da la oportunidad de elegir entre hacer lo que está
bien o mal, sabiendo la consecuencia que habrá. Estas consecuencias tienen que
ser coherentes e inmediatas, de forma que el niño la entienda. Además, es importante
que una vez que se establece una consecuencia, los padres sean firmes.
Os pondré un ejemplo en el que es fácil distinguir
castigo de consecuencia. Es tarde y tu hijo no ha hecho los deberes:
-
Castigo: te quedas una semana sin Tablet.
-
Consecuencia: como ahora es tarde y ya estás muy
cansado para hacer los deberes bien, mañana tendrás que levantarte más temprano
para poder hacerlos.
Nuestro objetivo como padres debe de ser criar niños empáticos que quieran
hacer lo correcto y no niños obedientes que lo hagan por miedo.
"No
sé por qué tienes que negociar tanto con él/ella."
Muchos ven el negociar con tu hijo como un signo de
debilidad como padre, que se les concede a los niños un poder que no les
corresponde. Nada más lejos de la realidad.
El mundo funciona a través de la negociación
y aprender a negociar les dará a los niños las herramientas que necesitarán en
el futuro para ser exitosos y justos con otros. Cuando usamos con un niño la
dominación en vez de la negociación pueden ocurrir dos cosas. Estamos enseñando
que la agresividad y la coacción son las mejores herramientas para conseguir lo
que se quiere o por el contrario, estamos creando personas sumisas y fáciles de
dominar.
Aquí es importante que, como adultos, sepamos qué cosas son factibles de
ser negociadas y cuáles no. Por ejemplo, tener que vestirse para salir a la
calle es innegociable, aunque se puede negociar qué ropa podemos escoger.
"Yo necesito que mis hijos me hagan caso. No tengo tiempo de
negociaciones y explicaciones”.
Aquí la respuesta es fácil. El mismo tiempo te ocupa negociar o explicar
algo a un niño que estar gritándole y castigándole. Es más, la mayoría de veces
es más fácil explicar algo a un niño ya que lo entiende mucho más rápido que
directamente no haya ninguna razón para que hagan lo que les decimos y nuestra
respuesta se base en un “porque sí” o “porque lo digo yo”. Lo más habitual es
que si no damos unas razones, nos encontremos con un muro de “cabezonería”
comprensible, ya que al no entender el porqué de las cosas, no es capaz de llevarlas
a cabo.
"A los niños hay que decirles que no continuamente para que no
sean unos consentidos"
Por supuesto que los niños necesitan normas y límites. Esto no es discutible.
Pero esos límites se aprenden a través del ejemplo y de la enseñanza y no
a través de escuchar la palabra “no” constantemente.
Si abusamos del "no", lo que se
estaremos consiguiendo es transmitir al niño que no tiene autonomía, que sus
necesidades y deseos no son importantes, y que sus opiniones no tienen valor.
Además, este abuso del “no”, provoca que el niño sea desafiante y es
entonces, cuando encontramos las características propias de lo que se conoce
como un niño “malcriado”.
Una crianza respetuosa no se trata de no decir nunca que “no”, sino de
enseñar a nuestros hijos que un “no” no es el fin del mundo.
“No tengo que ser amigo de mis hijos, tengo que ser su padre/madre".
Nuestros hijos deberían poder confiar ciegamente en nosotros y por ello,
deberíamos de ser sus amigos. Esto no significa, sin embargo, que no actuemos
como padres para establecer unos límites y normas.
Los niños deben de ser respetados como respetamos a nuestros amigos y al
mismo tiempo tener unos límites en esa relación igual que los tenemos en las
relaciones de amistad.
La relación que tenemos con nuestros hijos, nunca se podrá igualar a una
relación de amistad ya que es nuestro deber y responsabilidad protegerlos pero
sí que puede tener esa parte de la amistad tan beneficiosa para todos, la
confianza.
“Los niños son niños y no deben ser tratados como adultos ".
Los niños no son adultos, eso está claro. Pero en lo que se refiere al
respeto, todo el mundo debería de ser tratado igual, independientemente de la
edad que se tenga.
Y para terminar, la frase más escuchada en
contra de la educación respetuosa “LO
ESTÁS MAL ACOSTUMBRANDO”
Cuando ven que coges a tu hijo en brazos cada
vez que llora, cuando le acompañas en una rabieta abrazándolo y consolándolo
para que no se sienta solo, cuando duermen contigo si así lo necesitan y, en
definitiva cuando ven que educas a tu hijo en no saber qué es la soledad, en
ser escuchado y respetado, te sueltan la frase de “lo estás mal acostumbrando”
Si todos "mal acostrumbraramos" a
nuestros hijos el mundo sería un lugar mejor. Estaríamos rodeados de personas
empáticas, que supieran escuchar y respetar a los demás.
La crianza con amor y respeto es el principio del cambio que necesita
esta sociedad.